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Pedro G. Romero

Pedro G. Romero es artista, comisario de exposiciones, director escénico, escritor y partícipe, en cierta medida, del amplio campo del flamenco. Su trabajo en estos años ha afirmado con rigor y constancia, por una parte, su fidelidad a los grandes relatos que inspiran su labor, desde Walter Benjamin a José Bergamín; y por otra, ha realizado algunas de las más agudas lecturas y producciones estéticas vinculadas con la cultura popular, no solo el flamenco, también con la cultura del carnaval o en la actividad del lumpen-intelectual en la que se inscribe.

Charla-debate: El Campo Gráfico

Las guerras culturales tienen en Sevilla sus principales escaramuzas en torno a la cartelería oficial (desde el kitsch de Semana Santa hasta los ridículos apropiacionísmos), las profanaciones de lo sacro (desde matanza cofrade al Coño Insumiso) o la espectacularización de nuestros tópicos turistas (desde el cumpleaños tipo Murillo hasta los Goya del cine) En realidad, todas estas cuitas no tienen tanto que ver con el provincialismo de la ciudad, el populismo de sus élites económicas o la sacrosanta tradición. La responsabilidad pasa por unas instituciones que promocionan una cultura binaria y mercantilizada donde el like/unlike se convierte en norma, donde la complejidad es sustituida por la banalización de las ONG’s culturales y la democratización una apuesta por la cultura “punto nosequé”. En este paisaje, con ese paisanaje, el auge de la derecha, no solo Vox, es simplemente lógica. Una ciudad (sus instituciones, medios de comunicación, universidades) sin formación, sin pedagogía, sin pensamiento crítico hace de sus expresiones culturales mero vaivén de los mercados, y ese meneo produce un vacío que amedrenta; y el miedo es el caldo de cultivo de lo reaccionario.

La cultura popular, especialmente el flamenco, es hegemónica y marginal a la vez. Por un lado, inunda con sus marcas simbólicas todo el paisaje cultural (desde el SICAB hasta Rosalía); por otro, es abandonada a los tópicos interesados y la tontería populista. Por poner un ejemplo, lo importante no es si el flamenco es o no gitano, más bien preguntarnos, ¿cómo puede ser que no existan departamentos de estudios gitanos en ninguna de nuestras universidades? La Plataforma Independiente de Estudios Flamencos Modernos y Contemporáneos (www.pieflamenca.com) no ha intentado otra cosa que fructificar en semejante páramo cultural. Una de sus líneas de trabajo pasa por entender la extensión de lo flamenco a todas las artes, más allá del cante y el baile propiamente. En nuestro entendimiento del flamenco como un “arte menor” (en el sentido que le da Deleuze) exploramos los indicios que extienden los modos de hacer flamencos en el campo de lo sensible.

Así, el campo gráfico se ha construido en torno a lo popular y lo populista. Pensemos en las artes de la bohemia decimonónica desde Goya, donde el grabado, la ilustración de prensa, la fotografía o los carteles y el flamenco son un ítem tan hegemónico como invisibilizado por la miopía académica. Pensemos en la vanguardia, no solo en los ítems cosmopolitas alrededor de Picasso, también la versión de la modernidad que se hizo en este lugar del mundo, donde artistas como Helios Gómez, Martínez de León o Rajel son figuras claves, y además flamencas. Y no olvidemos la contracultura donde la producción gráfica alrededor del cómic, los fanzines, los pósters, el grafiti, las portadas de discos, el agit-prop político, los eslóganes, productoras y colectivos depende de esa pulsión sensible que no podemos llamar de otra manera que flamenco. Bohemia, vanguardia y contracultura, entonces, también se han articulado en torno y a la vez que lo flamenco y es en el campo gráfico donde estos trazos son más visibles, obvios incluso, evidentes.

Estas sesiones se articulan en torno al panorama descrito, ofreciendo materiales históricos, textos y herramientas conceptuales para debatir. Por supuesto, la categoría flamenco es discutible y necesariamente puesta en cuestión, y su uso es más bastardo que académico. En realidad, como propone Martha Rosler, las clases culturales tienen su origen en la bohemia, formas de vida que se definen por vivir así, a lo gitano, a lo flamenco. Rescribir la línea gráfica que incluye/excluye lo flamenco en la historia presente de nuestras producciones sensibles, esa es nuestra modesta proposición.

Vídeo de la ponencia de Pedro G. Romero

Fotografías de la ponencia

Relatoría de la ponencia de Pedro G. Romero: El Campo Gráfico

Contribuir a la comprensión del flamenco como algo que excede y desborda el cante y el baile propiamente dichos, como un modo de hacer del campo de lo sensible que se extiende a todas las artes. Ese fue el principal objetivo del ciclo de charlas-debates que ofreció Pedro G. Romero, estructuradas en tres sesiones de trabajo que están disponibles (al igual que las del otro seminario teórico de Hacia una inversión simbólica, impartido por Ana Longoni) en el canal de Youtube del Campus Polígono Sur.

En el inicio de estas charlas, Romero explicó que su concepción del flamenco tiene poco que ver con la del «discurso mediático», incluso con la que han sostenido y sostienen «la mayor parte de los flamencólogos». «Yo no entiendo el flamenco como un conjunto de cantes y de bailes», señaló, «sino como un campo cultural». Un campo cultural que está ligado a un grupo social que empieza a constituirse a principios del siglo XIX y que ha sido capaz de generar una serie de prácticas y producciones dotadas de una gran autonomía estética, que se rigen por sus propias reglas. Y ese campo cultural, a su juicio, tiene relaciones y conexiones tanto con la cultura popular como con la cultura de élite, académica. Es decir, se alimenta (y alimenta) tanto de la alta como de la baja cultura. Es, a la vez, hegemónico y marginal.
Partiendo de esta concepción expandida del flamenco, en su seminario Pedro G. Romero se centró fundamentalmente en el análisis de la relación de este campo cultural con el ámbito de la creación gráfica: dibujos, grabados, estampas, ilustraciones de prensa, carteles, postales, cómic, graffiti… Una relación que hasta la fecha ha sido muy poco investigada, en parte por ese más o menos soterrado desprecio que, por lo general, el discurso académico ha mostrado históricamente -y sigue mostrado en la actualidad- hacia lo que Gilles Delueze y Félix Guattari llaman «artes menores».

Según Romero, esa relación ha sido una constante desde principios del siglo XIX, que es cuando comienza a constituirse el flamenco, hasta nuestros días. Y en ese continuum, desde la asunción de que toda división tiene siempre una cierta dimensión de arbitrariedad, considera que existen tres momentos o líneas de fuerzas en los que se dan espacios de confluencia especialmente interesantes y relevantes: la bohemia decimonónica, la eclosión de las vanguardias y el largo periplo histórico de la contracultura. «Tres momentos o líneas de fuerzas que, por otra parte, son cruciales para entender la construcción de la modernidad», precisó.

Tomando como punto de partida y eje articulador una serie de casos de estudios específicos -Los caprichos de Goya y las reelaboraciones que de esta serie hacen los artistas goyescos, así como los libros Los españoles pintados por sí mismos y Escenas Andaluzas / Asamblea general de los caballeros y damas de Triana, en el caso de la bohemia; las heterodoxas figuras de Helios Gómez, Andrés Martínez de León y Carlos González Ragel, en el caso de las vanguardias; y la vertiente gráfica del underground sevillano de las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo, en el caso de la contracultura-, Pedro G. Romero dedicó cada sesión del seminario a analizar el tipo de relaciones que en esos sucesivos periodos se establece entre el campo gráfico y flamenco.

Entrevista a Pedro G. Romero de los alumnos de la Universidad Loyola

Entrevista realizada por los alumnos y alumnas de la Universidad Loyola, dentro del grado de…