
Miguel Ángel Vargas, combina el flamenco, el teatro y la historia romaní como material de experiencia para la investigación artística y académica. Historiador del Arte y director de escena, colabora con instituciones académicas como Central Saint Martins College of Arts de Londres, y la Universidad Centroeuropea, CEU, de Budapest. Actualmente es parte del equipo de mediación cultural del ICAS del ayuntamiento de Sevilla y miembro de Barvalipe Academy del Instituto Romaní Europeo de Cultura y Arte Gitanos (ERIAC).
El fin de la historia.
SÓCRATES: Así es, en efecto, querido Fedro. Pero mucho más excelente es ocuparse con seriedad de esas cosas, cuando alguien, haciendo uso de la dialéctica y buscando un alma adecuada, plante y siembre palabras con fundamento, capaces de ayudarse a sí mismas y a quienes las plantan, y que no son estériles, sino portadoras de simientes de las que surgen otras palabras que, en otros caracteres, son canales por donde se transmite, en todo tiempo, esa semilla inmortal, que da felicidad al que la posee en el grado más alto posible para el hombre.
Platón, Fedro, 276e-277a
Ofrecemos reflexión inconexa y necesariamente fragmentaria de la(s) manera(s) de contarnos: ¿qué conexión tienen los modos de narración asumidos como universales con la reorganización planetaria del pensamiento y el capital originario? Aristóteles en su Poética ((Περὶ Ποιητικῆς), a grosso modo, nos habla del manejo de la atención del espectador a caballo entre el rito y la comunión civil democrática.
El salto se produce cuando la imitación de la naturaleza se codifica en aras de la representación de lo identificable: la ficción, vertebrada en la intriga y en la ansiedad de las peripecias (con las palabras, en ritmo, acentuadas por la música y el movimiento), nos lleva hacia el reconocimiento, de la gloria o del error humano. Todo lo que rodea a este mecanismo es artesanía técnica y mágica de una ritualidad quebrada. Ser brujo de historias es conocer el secreto del encantador de serpientes.
La puesta en escena es la organización visual, sonora y coreográfica que nos permite ir ‘entendiendo’ quién lleva el foco de atención de un tiempo y espacio que son imitación de la naturaleza. Esas quiebras de la ansiedad por saber son las contradicciones que, decía Rafael Azcona, deben aparecer en los cuadernos de los guionistas: en la página de la izquierda, la descripción de la escena, en la de la derecha, lo que dicen los personajes. La reacción contra la identificación aristotélica es lo que Brecht consideraría necesario para entender las relaciones en la historia. Se consigue quizá la desconexión ritual con lo narrado (Verfremdungseffekt, el efecto de distanciamiento) pero aún estamos en la primacía del ojo y el encanto de sirenas de la Modernidad.
La progresión de las historias corre paralela a la progresión de la Historia. ¿Dónde centrar lo que no está en el foco? La clave está en la posición de quien maneja los hilos, cual Deus ex machina, de la reinterpretación eterna de los argumentos universales. Del ego conquiro al ego cogito y de ahí al ego narro. Todas las historias otras y todos los tiempos otros tienen que adaptarse a la combinatoria laico-ritual que arrastramos desde la resignificación moderna de las historias posibles. ¿Existe, de verdad, una manera universal de contar? ¿Hay historias verdaderamente universales? El debate sobre la representación de la realidad en las historias suele centrarse sólo en una parte de los elementos aristotélicos en lid: la fábula (mythos), los caracteres (êthê), el pensamiento (diánoia), la elocución (lexis), la melopeya (melopoiia) y el espectáculo (opsis). Argumentos, personajes, palabras, sonidos y movimientos. Es hora de ocupar la posición de Dios y jugar a la comunión de lo presente sin representación. Tensionar el lienzo. Soltar la mano, abrir el cuaderno de dirección por el final e iluminar la periferia. Lo que no está en el centro.