Hacia una genealogía del cuerpo gitano desde las artes escénicas y musicales.
La cicatriz.
Puestos los intérpretes en escena, se acarician la cicatriz y recuerdan el momento original de la herida. Usualmente podemos cubrirla con ropajes, y así ocultarla frente a los que clasifican la procedencia de la misma; el arte como dispositivo de control de los excesos. Sin embargo, no hay necesidad de hacerse sangre para sentir las heridas. En este caso, el Campus Polígono Sur 2022, en este espacio, Factoría Cultural, en este tiempo, noviembre, acariciaremos las cicatrices cual letras en el cuerpo, y sin necesidad de expedir títulos, leeremos una historia del cuerpo gitano.
La redención
Contemplar un cuerpo dolorido por el castigo, que baila al compás de una música que reproduce la bulla, el ruido y el caos. De entre la galería de personajes que duerme en la memoria de la representación, el pastor bobo, que en su ingenuidad pide la identificación del fiel creyente que lo contempla en la búsqueda del perdón divino, se convierte en la figura teatral del orbe hispánico que vendrá a aglutinar la redención diseñada para judíos, moriscos, indios, negros y gitanos. Descubrir la música que hace bailar el cuerpo dolorido en el pentagrama de las cicatrices. El arte crea también la realidad.
El trampantojo
Contar historias de gitanos en el siglo cronológico que nos atraviesa supone muchas veces agarrarnos, como náufragos, a narrativas de origen más amables que la realidad del acoso policial en los cuerpos gitanos situados en las periferias del centro. De la India a Triana, y de Triana a Sevilla. Frente al dolor, la necesidad de la alegría compartida del contexto y del tiempo de los gitanos. Del Dios con nosotros a la quietud tensa de quien se templa en la sigueriya. Una gitana que te mira y te lo cuenta todo sin apenas hablar. Imagínate si hablara. Se descentraría el centro. Seguro.
Se abra la tierra.
El bus del centro, del poder, a Las 3000, se abre como el telón del Maestranza: soportales negros con cuerpos de muerte que andan entre los vivos. Sillas de plástico en corro. Luces de móviles inquietos. Silencio, el gitano baila. Todos los que miran a los gitanos construyen antes del primer movimiento en la escena toda la historia que van a contemplar. No hay sorpresas. Son como son. Ábrase la tierra, no quiero vivir. Próxima parada, escultor Sebastián Santos / Esclava del Señor. Para vivir como yo vivo, prefiero morir. El hálito de muerte te sigue como un perro. Urge una estética de la vida que despliegue las posibilidades de la áisthesis romaní y que nos recuerde por qué canta el gallo en los soportales donde se vive en la tristeza. Por ellos y ellas, por todos y todas nosotras.
Referencias a conceptos y claves en el texto:
«Cicatriz» colonial (la artista colombiana Doris Salcedo, Beltrán y Restrepo, 2015; Bidaseca y Zhang, 2020; Periáñez-Bolaño, 2021)
«Herida» colonial (Helios Ferández Garcés, 2016; Periáñez-Bolaño, 2021)
«Aiesthesis romaní» (Iván Periáñez Bolaños, 2016.)
